En
una aglomeración como es el 25S (o el 26S) se visualizan tonalidades
de intención, y como en cualquier manada, y aún con un gran
objetivo común que coordina los movimientos, aparecen diferentes
funciones en los integrantes, pudiéndose elaborar quizás, se me
ocurre, un mapa topográfico de afinidades y funciones o de
recorridos. En la calle, a los asistentes (con toda su gama cromática
de compromiso), se juntan, entre otros, algunos inmigrantes que
circunvalan la manifestación vendiendo cerveza, mientras que
turistas lo observan todo tras la cristalera de las cafeterías.
Reclamo
entonces a lo letal de este último papel pasivo, el del turista
asombrado, el de observador accidental. Se
trata de que las protestas se oigan junto a las olas, que quién no
esté allí para verlo, lo conozca. Lo que no es acción es
información. Se trata de conseguir un proceso viral, una
extensión del espacio más allá del lugar físico, algo que se
acaricia con los tuits pero que puede quedar en mero eco; se insiste
en el streaming, y se hace llamamiento al inmigrante para que
participe de la movilización; pero se ignora al
turista, cuando es, el turista, más que nadie, tanto
a más que incluso el periodista, el auténtico elemento
viral en potencia de las protestas, el elemento cuya movilización
intrínseca produce una extensión del espacio #ocupado,y lo hace en
conocimiento directo, en aprendizaje, en experiencia.
Experiencia
que por supuesto será diferente si lo que visualiza es gente meando
en los alcorques frente a su cosmopolitan, o un literal y gratuito
porrazo en el hígado. Seguro que lo que cuenta, entonces, varía en
contenido, y en emociones. Porque no nos desembaracemos
de la afectividad, tan permeable y líquida en estos acontecimientos
llenos de dolor, injusticia y heroicidades cuantificables en hechos,
pics y topics, pero tan susceptible de evaporarse rápidamente según
el grado de conocimiento y personalización del hecho.
¿Cómo
se implica el turista en las manifestaciones? Reviso la ley y es
perfectamente legal su implicación. ¿Es necesario volver a poner de
moda las cruzadas, crear el turismo de guerrilla? “Yo estuve allí”
es un lema que invita, es un maldito eslogan. Puede haber grados de
intervención, desde viajar en avión y ser trasladado y puesto a
cubierto en la pecera urbana que son los hoteles de lujo, hasta
emprender el viaje en autobús, donde las atracciones comienzan antes
ya siendo registrado en los accesos a la capital, e integrado con los
grupos más activos para conseguir un souvenir a sangre sobre el
cuerpo cual toro de lidia, o como se ha denominado estos días, la
auténtica #marcaEspaña
Etcétera.