miércoles, 9 de marzo de 2011

Fobias



A la familia de palabras que se combinan con la palabra arte con el objetivo de proveer a un proyecto de un nombre ingenioso

enjabonARTE, BarcelonARTE,  reciclARTE,

sábado, 5 de marzo de 2011

El Ego

El ego. El miedo al ego. El ego de los demás. El superego.
Dicen que cuando el ego se manifiesta demasiado es porque está dañado, y nos duele, al igual que pueden hacerlo el hígado, o la garganta, o cualquier otro componenete del cuerpo con su función imprescindible para que todo funcione. Es por eso quizá que lo veamos donde no está, y que lo exageremos pretenciosos cuando es pequeño.
Hace unas semanas Lluís Corujo ganaba El Ego con una colección llamada nada más y nada menos que "Mort". Apenas entiendo de moda, sin embargo veo en este trabajo la sobriedad, que no sencillez, de lo absoluto , que prescinde de estridencias y propaganda colorista.  Un proceso radical e irreversible en el que la placidez aparente de la muerte es en realidad un acto de rebeldía. Un acto en el que poco a poco, discretamente y puntada a puntada, a base de trabajo, acaban por anularse de manera religiosa los volúmenes cristalizados de el ego. 
La arquitectura gótica es la arquitectura de la luz, la época en la que los muros se abrieron dejando paso a una entidad superior, y sin embargo ha quedado como referencia de lo oscuro, de lo misterioso, gracias en parte a los románticos de principios de siglo que recuperaron sus formas dramáticas y las unieron a episodios personales de dolor. Ese contraste se recupera en parte, y así, bajo la palabra muerte, queda una colección de apariencia gótica si, pero no sólo en los colores negro y morado, o en las campanas, si no también en la pedrería,  sus guiños de luz, y en la arquitectura esbelta y elaborada de las redes, que disfrazan de frágil el cuerpo fuerte y poderoso de la mujer de luto, desproviso, tras la tragedia, del yugo del ego.

viernes, 4 de marzo de 2011

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Sin heridas en los pies ya, salió corriendo con total desesperación, intentando alcanzar en un día los km que no había podido cubrir durante su período de reposo. Sabía que era mucho mejor así. Algunos insensatos, aún sabiéndose lesionados, proseguían su camino impacientes, recorriendo penosas distancias en largos días, y prolongando sus llagas, que no llegaban a curarse nunca. De esta manera, no hacían más que extender su viaje, y hacerlo más ingrato de lo que ya suponía.

veintidós de agosto de dos mil séis